Homilía
de Monseñor Alejandro Goic en Eucaristía de Día del Trabajo realizada el
30 de abril 2013 en el templo Catedral.
La Palabra de Dios en la primera lectura del
Génesis nos ha enseñado que lo más importante, lo más sublime, lo central de la
creación divina es la persona humana, mujer y varón, creados a imagen y
semejanza de Dios.
En el Evangelio, Jesús el Hijo de Dios hecho hombre
no es reconocido ni valorado en su pueblo Nazaret. “¿No es éste el hijo del
Carpintero’ ¿De dónde le vendrá todo esto?. Y Jesús era para ellos un motivo de
escándalo?” (Mt. 13, 52).
Esta es la Palabra divina que inspira esta tarde nuestra oración y nuestra reflexión.
Nos podemos
preguntar: ¿es la persona humana, cada persona lo más importante en Chile?; ¿se
construyen las relaciones sociales y económicas desde esa centralidad de cada
hombre y de cada mujer como lo más valioso y lo más sagrado?.
La enseñanza bíblica
y de la Iglesia es clarísima: las relaciones laborales deben estar cimentadas
sobre dos primacías fundamentales:
1º la primacía de la
persona del trabajador(a) por sobre el tipo de trabajo que realiza.
2º la primacía del trabajo por sobre el capital.
Con estos dos
principios fundamentales es necesario seguir avanzando en Chile para construir
una sociedad más justa.Hoy día se habla mucho de los temas valóricos, pero
muchas veces se los reduce y limita solamente a la sexualidad humana.
Una sociedad que
dignifique integralmente a sus trabajadoras y trabajadores constituye el gran
tema valórico a desarrollar en el presente y en el futuro. Hay una realidad aún
dramática y dolorosa en Chile, a pesar de los avances logrados. Hacia el año
2011 la gravedad de la desigual distribución de los ingresos en Chile se
reflejaba en que el 20% de la población más rica recibía el 62% del Producto
Interno Bruto (PIB), mientras que el 20% más pobre apenas el 3,3% del PIB. El
restante 60% de la población en Chile (sectores medios) el 34,5% del PIB.
Debemos reconocer
–lamentablemente – que Chile es uno de los países más inequitativos. Los obispos
del Comité Permanente dijimos en la Carta Pastoral “Humanizar y compartir
con equidad el desarrollo de Chile” (Septiembre 2012): “La desigualdad se
hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan
trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a
sus familias”.
¡Este es el gran tema
valórico del presente y del futuro! Y que tiene una enorme incidencia en otras
realidades como la vivienda, vida familiar, salud, educación etc. ¡Este es el
tema central que debería estar en el debate de los próximos meses frente a las
elecciones presidenciales y de parlamentarios!.En un país que crece
económicamente, en un país que ha recuperado la democracia, la gran pregunta es
¿cómo hacemos un país más equitativo?.
El desafío de
salarios dignos, particularmente, para los más vulnerables de Chile, sigue
pendiente aún en nuestro país. Es necesario cuidar la dignidad de los
trabajadores con salarios adecuados, y no debemos confundir la entrega de bonos
y subsidios – por mucho bien que hagan – con el derecho a un salario justo
que permita satisfacer las necesidades fundamentales de cada núcleo familiar.
Y junto a los
salarios justos es necesarios salvaguardar otros espacios y valores: ¿se
respetan los tiempos de descanso, especialmente el dominical y ¿disponen los
trabajadores de espacios adecuados para desempeñar sus tareas y se cuida su
seguridad laboral? ¿se pagan a tiempo los salarios y las cotizaciones
previsionales? ¿hay contratos de trabajo o muchos siguen informalizados? ¿pueden
asociarse en sindicatos u otras instancias permitidas por la ley para mejorar
los trabajadores sus condiciones laborales? ¿los salarios son justos, hay
equidad entre hombres y mujeres?.
El Card. Jorge María
Bergoglio, hoy Papa Francisco dijo: “El centro no es la ganancia, ni el
capital. El hombre no es para el trabajo, sino el trabajo para el hombre”. A
juicio del hoy Papa “es fundamental que los gobiernos fomenten una cultura del
trabajo, no de la dádiva”.
Y los Obispos
dijimos: “no es comprensible que un país como Chile, con el nivel económico que
hemos alcanzado, un trabajador que tiene un empleo estable esté más debajo de
la línea de pobreza. Eso no es ético y no se condice con la dignidad humana. El
salario ético no es una exigencia de la economía, es la consecuencia
ética de la misma dignidad humana”.
Este es el mayor y más trascendente tema valórico de la sociedad chilena en la hora actual. Construir una sociedad más justa y digna para todos, donde todos puedan participar de los bienes de este mundo. Esto supone una actitud nueva desde el corazón. Especialmente para los que confesamos a Jesucristo, “el Hijo del carpintero” como Señor y Salvador; porque seguir a Jesús es creer lo que Él creyó, dar importancia a lo que Él se la dio, interesarnos por lo que Él se interesó, defender la causa que Él defendió, mirar a las personas coma Él las miró, acercarnos a los necesitados como Él hizo, amar a las gentes como Él las amó, confiar en el Padre como Él confió, enfrentarnos a la vida con la esperanza con que Él se enfrentó.
¡Dios nos ayude a
vivir y realizar esta gran tarea de justicia social!¡Dios ilumine a las
actuales y futuras autoridades de la Patria a construir una sociedad que
dignifique a todos!.
¡Dios nos ayude a
comprender lo que nos dijera el inolvidable Juan Pablo II: “La historia de
cada uno es en gran parte la historia del trabajo que ha realizado!”. Y no
sólo a comprender, sino a colaborar para que la historia de cada chileno y
chilena, por la dignidad y justicia de su trabajo, pueda exclamar en el
atardecer de su vida, ¡valió la pena haber vivido!.
¡Dios nos bendiga a
todos!.
A Jesús, el Hijo del
Carpintero, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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